Amar nuestra perfecta imperfección

Todos tenemos un ideal de cómo deberíamos ser y cómo deberían ser las cosas. En general ese ideal es muy alto y por más que nos esforcemos no estamos a la altura de ese ideal, ni las cosas son como nosotros quisiéramos que fueran. Esto nos genera insatisfacción. Nos esforzamos y hacemos demasiadas cosas que nos desgastan para llegar a ese ideal. Sobrecontrolamos para que las cosas sean como queremos y muchas veces sólo aumenta la frustración al ver que eso no sucede. Se fija nuestra mirada en lo que falta, en aquello que nos falta para llegar a ese ideal, aquello que nos falta para ser perfectos, aquello que nos falta para sentir satisfacción y ser felices. Entonces dejamos de ver y valorar todo aquello que si somos, todo aquello que sí tenemos, para centrarnos en lo que falta. Nos comparamos constantemente con otras personas y con lo que vemos en redes sociales y publicidad acerca de cómo deberíamos ser, cómo debería ser nuestra vida y lo que deberíamos tener según nuestro sexo y edad. Todo esto aumenta nuestro nivel de insatisfacción y despierta a nuestro crítico interno, aquel que nos muestra todo aquello que hacemos mal, todo lo que nos falta, que nos muestra nuestras carencias y que muchas veces no queremos escuchar porque nos hace daño y se vuelve autodestructivo.
Tratamos de reprimirlo, callarlo, o nos ponemos aún más exigentes. Tarde o temprano lo proyectamos afuera, criticando a los otros, juzgándolos y viendo todo lo que hacen mal. Generalmente se nos enseña que no es bueno juzgar o criticar a los otros pero si se incentiva el juzgarnos a nosotros mismos y sentirnos culpables. Sin embargo, ambas cosas son parte de lo mismo, y mientras no dejemos de juzgarnos, no dejaremos de juzgar.
El crítico interno no necesita ser reprimido, negado, ni silenciado, ya que si hacemos eso sólo logramos esconderlo, aislarlo y al hacerlo con cualquier parte de nosotros mismos le damos más fuerza a nivel inconsciente. Y no deja de estar ahí porque lo escondamos en el closet. La tarea es más bien lo contrario, hacerlo consciente, darle espacio, reconocerlo y darle lo que le falta: AMOR.
Eso es lo que el crítico interno necesita: amor.
Para dejar de sentir que somos menos, para dejar de sentir que así como somos no estamos bien, para confrontar la creencia a la base: que no somos suficientes. Es importante hacernos conscientes de cuál es el ideal que nos estamos exigiendo y desde cuáles experiencias surgió ese ideal.
Profundizar hasta poder reconocer la creencia a la base de nuestro comportamiento y trabajar para cambiarla. Y nuestra principal tarea es darle mucho amor a todas las partes de nosotros que no nos gustan. Sobretodo a nuestro crítico juez interno.
Sólo con amor y aceptación el cambio es posible. Si podemos ver la belleza de nuestra perfecta imperfección, podemos ver y disfrutar con toda la belleza y maravillas que nos rodean. Si podemos ver que así como somos, somos perfectamente imperfectos, podemos ver que cada experiencia, desafío o persona, también lo es. Si podemos ver que cada experiencia o desafío es necesario y perfecto así como es, entonces podemos agradecer de corazón todo lo vivido. Si podemos ser compasivos con nosotros mismos, podemos serlo con todos. Comencemos por nosotros mismos Seamos el cambio que queremos VER.
Belén Dubó